Esto sonará bien para los jugadores, pero cualquiera que haya visto la inmaculadamente reconstruida adaptación de Watchmen de Zack Snyder sabrá que ceñirse demasiado a una fuente original conlleva sus propios riesgos. Por suerte, la nueva serie, co-creada por Craig Mazin, de Chernobyl, y Neil Druckmann, creador del juego, se ha montado con el suficiente cuidado como para mantenerse en la línea, recreando algunos de los mejores momentos del clásico de PlayStation con una precisión meticulosa, pero encontrando el espacio para seguir su propio camino cuando es necesario. Solo he visto el primer episodio de The Last of Us, de 90 minutos, que se estrenó por HBO Max en Estados Unidos el domingo 15 de enero y un día después en España y América Latina. El principio de la adaptación es la mayor desviación de la fuente original: un programa de entrevistas de los años 60 sobre el riesgo de contagio vírico, con un guiño consciente al riesgo de una pandemia aérea similar a la gripe, rápidamente eclipsado por el peligro aparentemente mayor de un brote fúngico para el que no tendríamos defensas. De ahí pasamos a Joel (Pedro Pascal) y su hija Sarah (Nico Parker, excelente), que viven sin saberlo su último día normal antes de que la aparición de una forma mutada del hongo cordyceps transforme al grueso de la población en lo que, fundamentalmente, son zombis, aunque el juego y la serie mantengan una cuidadosa distancia con la palabra. Una de las ventajas de adaptar un juego a la televisión es que no hay prisa por darle al jugador algo que hacer, lo que significa que la serie se entretiene un poco más en esta tranquila vida familiar, ofreciendo detalles y asentando las bases al mismo tiempo que añade peso emocional al momento en que inevitablemente eso se desmorona (este artículo está libre de spoilers, no te preocupes). Sin embargo, una vez alcanzado el punto de inflexión, cualquiera que haya jugado al título de PS3 (y luego a la de PS4, y luego a la de PS5) reconocerá exactamente lo que se avecina. Escenas enteras están tomadas al pie de la letra del juego, desde una granja en llamas que se ve al otro lado de la autopista hasta una carrera en pánico por una cafetería, con un tramo entero de 15 minutos de la serie reproduciéndose al mismo ritmo que en el juego. Habiendo jugado a The Last of Us, y habiendo vuelto a jugar recientemente a la remasterización para PS5, resulta asombroso ver algo que se parece tanto a una recreación con personas reales de escenas que han sido cortadas. No me cabe duda de que, a finales de semana, habrá innumerables vídeos en YouTube en los que se analizará el juego y la serie uno al lado del otro para detectar las pequeñas diferencias. En entrevistas previas al lanzamiento de la serie, Mazin y Druckmann hablaron de los retos de la adaptación. Hablaron abiertamente de la necesidad de hacer algunos cambios importantes, sobre todo de hacer que la infección fúngica se propagase a través de zarcillos inquietantemente temblorosos en lugar de esporas en el aire. Las zonas de aerosol localizadas tienen sentido como mecánica de juego, pero no son aceptables en un mundo postcovídico en el que sabemos lo rápido que se propagarían esas partículas por todas partes. “Neil [Druckmann] siempre decía: ‘Podemos cambiar cualquier cosa, pero tenemos que hablar del porqué’. Y si no hay una buena razón -si no podemos hacerlo mejor-, entreguemos lo que tenemos’”, afirmo Mazin para GameSpot. “Y hay lugares en los que pensé que se nos ocurrían ideas realmente interesantes. A veces le llamaba y le decía: ‘Me da miedo decir esta idea’, y de vez en cuando no decía nada durante un rato y luego decía: ‘¿Sabes qué? Deberíamos haber hecho eso en el juego’”, siguió. “El gran secreto es que Neil Druckmann tenía tanta confianza y seguridad en la historia del juego que fue capaz de ser flexible conmigo a la hora de divagar y rellenar y cambiar y alterar”. Si hay algún fallo en el planteamiento de la serie hasta ahora es que, en algunos momentos, los que hayan jugado al juego se sentirán demasiado cómodos sabiendo lo que les espera, aunque no dudo de que los guionistas habrán preparado algunas sorpresas para alterar los ritmos tan familiares. Los dos también han suscitado críticas por sus comentarios sobre la forma en que la serie puede beneficiarse del salto del juego a un medio menos interactivo. “Cuando juegas a una sección, matas a gente, y cuando mueres te devuelven al punto de control. Toda esa gente está de vuelta, moviéndose de la misma manera”, declaró Mazin a The New Yorker en diciembre. “Ver morir a una persona, creo, debería ser muy diferente a ver morir píxeles”. Periodistas y aficionados a los videojuegos mostraron su indignación en Twitter por lo que consideraban una visión despectiva del medio que dio vida a The Last of Us en primer lugar, pero basta con volver a las reseñas del juego original y su secuela para ver que la misma opinión aparece repetidamente. La trágica historia de supervivencia de los juegos, sus exploraciones de la venganza y el dolor, se ven en cierto modo anuladas por el hecho de que también se masacra al equivalente de la población de un área metropolitana menor en el momento en que aparecen los créditos. Tras un episodio, ya se puede ver que la serie está retocando la fórmula. Una primera parte en la que Joel, ya mayor, y su compañera Tess (Anna Torv) persiguen a un gángster local que les ha estafado en un trato, se convierte en una matanza en el juego, en la que se acaba con toda una operación en una serie de tiroteos. En la serie se resuelve de forma más discreta, y el público nunca ve volar una sola bala. La primera temporada de The Last of Us tendrá nueve episodios -y quién sabe si habrá más temporadas-, lo que significa que queda mucho camino por recorrer. Pero por lo que he visto hasta ahora, puede que la gente tenga razón al decir que es la mejor adaptación de un videojuego hasta la fecha, no solo por su calidad en sí misma, sino por el cuidado con el que ha manejado el arte de la adaptación, sabiendo qué cambiar y qué no, dejando intacto lo sacrosanto y retocando lo que es seguro retocar. El gran reto está aún por llegar. El juego original no juega a menudo con su propia interactividad, pero en los momentos en que lo hace -especialmente los finales- el impacto es profundo. Aún está por ver cómo aborda la serie esas cuestiones de control y elección, pero el primer episodio debería ganarse la confianza incluso de los más escépticos.